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El poder transformador de los museos: una mirada de expertas en nuestro ciclo Diálogos en Otoño

23/10/2025

¿Cuál es el papel de los museos en la Cultura y en general, en la sociedad? Es una de las cuestiones fundamentales que intentaron responder las profesoras Alice Semedo, de la Universidad de Coimbra y Pilar García Cuetos, de la Universidad de Oviedo, en la jornada que organizó la Cátedra Concepción Arenal de Agenda 2030 el 23 de octubre de 2025.


Fue un diálogo que bajo el título Museos en transformación. Complicidad con la ciudadanía y otros desafíos del presente ofreció algunas respuestas pero planteó también muchas preguntas interesantes. O fundamentales. Porque, en palabras de la directora de la Cátedra, María Rosario Alonso Ibáñez, que presentó el acto, los museos son “actores esenciales para facilitar esa transformación en clave de sostenibilidad, aunque no exista un ODS que se refiera directamente a la Cultura”. 


Bajo la moderación de la catedrática emérita Roser Calaf, abrió el diálogo Pilar García Cuetos, que sugirió que los museos son instituciones que “necesariamente interactúan con la sociedad y tienen el mandato de generar conocimiento”, y no sólo estar dirigidos a un público elitista como fue tradicionalmente. En los museos, dijo García Cuetos, “se han roto los límites tradicionales y se interactúa de forma diferente”.


Otro problema que plantea la experta es la ética en torno a la cuestión de la devolución o no de los bienes que en algunos casos fueron extraídos de su país de origen o su entorno original y expuestos en el msueo. Porque, además, “nunca hay un discurso neutro en un museo, nunca hay una lectura inocente”, hay una interpretación de ese legado. Y en su opinión, esa lectura debe favorecer una ciudadanía crítica y una sociedad igualitaria.


García Cuetos señaló que España está adherida al Convenio de Faro, “que debe marcar el siglo XXI”, y que dice -entre otras muchas cosas- que el patrimonio forma parte de la identidad de una comunidad. “La comunidad patrimonial está compuesta por esas personas que valoran y tienen intención de transmitir, apoyados por la interacción con los poderes públicos” y por tanto es una responsabilidad de esos poderes.

Los museos, cree la profesora, “buscan establecer una conexión emocional con el público” y en este sentido se debe pasar del museo interactivo al museo “integrador”. Ya existe de hecho un movimiento social, explica, una cocreación y codifusión de contenidos relacionados con el patrimonio en el que existe un papel activo del público, como es la asociación de amigos del BBAA u otros colectivos.

¿Original o copia? Muchos museos como Altamira o Lascaux crean reproducciones para proteger los originales. Pero también hay casos en los que obras arrancadas de su lugar se pueden reproducir mediante la tecnología y recrear para el público. Sin embargo, recordó, esas obras ya están en un entorno “de UCI” y sería imposible devolverlas a su lugar original sin destruirlas.  

Por último, la experta habló de los derechos culturales como prioridad. “La constitución reconoce que tenemos derecho a la vida cultural, acceso pleno a la cultura. Física, sensorial y cognitiva, y ahí seguimos sin garantizar que cualquier persona pueda acceder de manera autónoma a esos espacios”. La equidad, la última frontera por cruzar, no es lo mismo que igualdad, las necesidades no son iguales, concluyó.

Alice Semedo planteó el concepto de “coimplicación, un modo de estar en el mundo y que el museo no sea observador, sino participante de las tensiones del presente”. Es, dijo, hablar de ética, cuando “el museo no se limita a representar el mundo, tiene que habitarlo con todo lo que ello implica”. Hay, para la profesora portuguesa, “conflicto pero también esperanza y la transformación comienza aquí, cuando tienen conciencia, sentido político y responsabilidad”.

Para Semedo, la representación e incluso la crítica han dejado de ser suficientes. Los museos “tienen que ser capaces de actuar, de construir conocimiento y transformar la crítica en acción política y ética”, y esa transformación requiere un cambio de eje. “Durante mucho tiempo el museo era un guardián, pero guardar o preservar no basta, no responde a las urgencias sociales”. 

De hecho, dijo, hay que aceptar que el museo no es neutro ni está fuera de los conflictos; por el contrario, está “atravesado” por ellos. Y transformar “es reaprender el tiempo, reivindicar la lentitud como forma de resistencia, abrir espacio a la justicia, a la duda y la imaginación”. 

La transformación es, también, una tarea política. Es aprender, abrirse a la propia transformación del mundo. Por eso, en opinión de Semedo, el museo hablaba antes desde una posición de autoridad respecto al mundo, y “este modelo se ha agotado, es un cambio de posición: redistribuir poder y autoridad, quién decide, quién es escuchado”.

“No se trata solo de abrir las puertas, sino también abrir otras formas más profundas de acceso, el significado del patrimonio, del museo. La coimplicación es un trabajo político diario”, en el que el museo asume el riesgo, reconoce estas tensiones o fricciones y las usa como materia de trabajo. Uno de los pocos lugares donde la convivencia se puede ensayar.

Para el futuro, planteó la profesora Semedo tres desafíos: la complejidad; la injusticia epistémica; y el ético y afectivo. “El museo que decide actuar con el mundo, que deja de mirar el mundo a distancia se vuelve necesario”, concluyó.


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